Dominar el arte de escuchar. Me invitaron a uno de los críticos… | Nick Babich | enero 2022

Imagen de Charles Deluvio
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Fui invitado a una de las importantes reuniones de partes interesadas para establecer la dirección de nuestro concepto de diseño. Ya recibimos mucha información de la empresa, realizamos una investigación seria y creamos un concepto de diseño prometedor. “Fácil, les mostraré el concepto y comprarán” es todo lo que puedo pensar en ese momento. Con eso en mente, soñaba despierto mientras otras personas hablaban y esperaban pacientemente mi turno. Cuando finalmente tuve la oportunidad de hablar, respiré hondo, abrí mis notas clave y comencé mi presentación. Describí la investigación que habíamos realizado, demostré el concepto que habíamos creado y discutí cómo este diseño conduciría al éxito comercial. He recibido muchos comentarios positivos de todos los miembros de mi equipo y de las partes interesadas. Cuando terminé estaba seguro de que podía sumar otra victoria a mi colección.

El vicepresidente de la empresa para la que conceptualizamos y una parte interesada clave sonrió y dijo: “Gracias. Esta es una idea interesante, pero la omitiremos. ¿Tienes algo para compartir?” En el momento en que escuché esas palabras, fue como una ducha fría. Me puse de pie durante un par de segundos y luego, en lugar de preguntar “por qué”, comencé a… defender mi concepto.

Durante los siguientes 10 minutos, tanto mi equipo como las partes interesadas se sorprendieron al verme discutir con el vicepresidente. Hice muchos buenos argumentos para probar mi punto, pero ninguno de ellos funcionó para el vicepresidente. No hace falta decir que la batalla estaba perdida. Decidimos reunirnos nuevamente en una semana para discutir el concepto. Mientras tanto, el vicepresidente nos dijo que está dispuesto a brindar comentarios adicionales si es necesario.

Este fue mi tercer gran proyecto de diseño de productos. Era nuevo en el diseño de productos en ese momento, pero tenía dos grandes proyectos en mi cartera que se hicieron excepcionalmente bien. Como resultado, tenía mucha confianza en mis habilidades de diseño y comunicación. Pensé que podía manejar cualquier tipo de proyecto y parte interesada, sin importar cuán complejo fuera. “Después de todo, soy diseñador de productos; Sé lo que es bueno para los usuarios y el negocio”. Eso es lo que pensé en ese momento.

Al día siguiente volví a la mesa de dibujo con mi equipo. Empezamos a discutir el concepto que presentamos ayer. Todavía se veía bien para nosotros. Pasamos varias horas discutiendo el viaje del usuario y creando nuevos guiones gráficos. Sin embargo, no pudimos encontrar una razón por la cual se rechazó este concepto.

Más tarde ese día, le envié un correo electrónico al vicepresidente y programamos nuestra reunión para el día siguiente. En ese momento, todavía pensaba que había caído en la trampa HiPPO (opinión de la persona mejor pagada). Pensé que el vicepresidente usó todo su poder para dictar cómo debemos actuar.

A la hora acordada, llamé al vicepresidente para discutir el concepto. Después de una apertura en frío, pasamos directamente a discutir el diseño que presentamos a principios de esta semana. Esta vez decidí seguir una estrategia diferente: le pedí al vicepresidente que explicara por qué cree que este concepto es malo y comencé a escuchar. En ese momento, todavía sentía que el VP estaba equivocado, así que pensé que si podía escuchar con atención, encontraría debilidades en sus argumentos y lo convencería.

Pero entonces sucedió un evento mágico. Cuanto más escuchaba al vicepresidente, más comenzaba a ver el proyecto desde su punto de vista. Al final de su parte, entendí perfectamente la mayoría de los puntos que compartió conmigo. En resumen, el vicepresidente rechazó este concepto debido a la naturaleza de su modelo de negocio. Fue difícil para el equipo de producto entender esto sin conocer el contexto de la empresa. Esta discusión pareció llenar los vacíos en el rompecabezas.

Tuve la suerte de llamar al vicepresidente por muchas razones. Me ayuda a conectarme con él y crear un terreno común desde el cual podemos avanzar. Después de varias rondas de negociaciones con el vicepresidente, llegamos a un acuerdo sobre lo que queremos construir. Completamos el proyecto a tiempo, y hoy los productos que creamos son utilizados por millones de personas.

Pero más importante aún, creo que este proyecto ha cambiado mi percepción de la comunicación. La mayoría de las personas cree que para ser un buen comunicador, deben concentrarse en convertirse en grandes oradores. Pero escuchar puede ser más importante que hablar. Escuchar es comprender la lógica detrás de las decisiones que el hablante está tratando de lograr. Desafortunadamente, con demasiada frecuencia escuchamos palabras habladas sin comprender su significado.

Algunas lecciones importantes que aprendí de esta experiencia:

  • Estar abierto. Sé que suena como un cliché, pero tener la mente abierta te ayudará a evitar tener prejuicios contra las personas y sus opiniones. Trate de no juzgar a las personas; trata de entender por qué su opinión difiere de la tuya.
  • No intentes ser la persona más inteligente de la sala. Tu objetivo es resolver el problema, no respetar tu ego.
  • Practica la escucha atenta. Escuchar no es un proceso pasivo y sin esfuerzo. Este es un trabajo duro porque necesitas entender de qué está hablando la otra persona y por qué. ¿Cuál es el contexto del problema? ¿Cuáles son los motivos del hablante?
  • No responda con ira. Puede ser difícil seguir este consejo cuando la otra persona te está gritando. Sin embargo, en la mayoría de los casos, las personas muestran un comportamiento agresivo cuando ya han probado todos los enfoques posibles y ninguno de ellos funcionó, y necesitan ayuda desesperadamente.
  • Aprende a hacer preguntas. Las buenas preguntas ayudarán tanto a usted como al orador a encontrar una solución al problema.

Habla menos, escucha más

Publicado originalmente en luzblanca.com

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